Cuentos para sentir – Educar las emociones

La flor aventurera
El miedo
Con el otoño llegó el viento, llegó el frío, y la amapola se durmió. Las golondrinas se fueron a pasar el invierno a lugares más cálidos. Los días eran más cortos, las noches eran más largas y todo el campo se preparaba para el reposo.
Las mariquitas también se preparaban para el gran sueño buscando un lugar donde esconderse. Incluso el caracol se metía en su concha para no salir en bastante tiempo.
Pero la margarita era muy curiosa y quería saber cómo era la nieve, así que decidió hacerse la dormida cuando el hada del sueño la tocó con su varita mientras decía:
¡Dormid, dormid, florecillas,
margaritas, amapolas, gitanillas,
dormid, dormid, dormid!
Dulcemente se acurrucaban entre la hierba, que también se desmayaba por la fuerza del viento.
La margarita, como no estaba acostumbrada a esta temperatura tan baja, empezó a temblar a la vez que pensaba:
«¡Ay, ay, qué frío, qué viento! ¿Qué haré para abrigarme?»
Buscó con la mirada a unas hojas de castaño y les pidió que la taparan, pero ellas le dijeron:
—No podemos servirte de abrigo, debemos ir donde el viento nos lleve, pero puedes pedirle al helecho que te tape un poco para que te pare el viento, y al musgo le puedes pedir que te haga un lecho verde alrededor del tallo.
Las hojas de castaño la miraban asombradas y le preguntaron:
—Pero... ¿por qué no te has dormido como las otras flores cuando pasó el hada?
La margarita les contestó:
—Siempre he querido conocer la nieve y he decidido quedarme hasta que la vea.
—Muy bien, tú sabrás lo que haces, pero es muy peligroso.
La margarita temblaba, un poco por el frío y otro poco por el miedo, pero había tomado una decisión y no se iba a volver atrás.
Mientras la nieve se acercaba conoció cosas que nunca había visto antes, como las setas. Conoció un tiempo donde el sol se acostaba temprano, un tiempo que se le hacía eterno, pues sus amigas dormían desde que pasó el hada con su varita.
El jardín y el huerto estaban casi dormidos pero no del todo. Tampoco había silencio porque las urracas no paraban de meter ruido. Los gorriones, los herrerillos, los petirrojos y los mirlos hacían compañía a la margarita.
Un día los pájaros del jardín se reunieron a comentar el caso de la margarita. La veían triste y temblorosa, en parte por el frío que estaba pasando y en parte por el miedo de no saber lo que le esperaba. Decidieron hablar con ella.
—¡Hola, margarita! Queremos saber por qué no te has ido del jardín a dormir con las otras flores.
—¡Hola, amigos! Desde hace días os escucho y me acompañáis. Yo sé que vosotros conocéis bien el invierno, pero yo nunca he visto la nieve y he decidido esperar a que llegue. Me han dicho que es preciosa...
—Sí, es muy bonita, pero para ti podría ser peligrosa. Si te cae mucha nieve encima, tu tallo se puede romper. Además, te tapará y no podrás ver el sol y, sin el sol, morirás, ¿verdad?
—Sí, creo que sí. Por eso tengo miedo: por un lado estoy deseando verla y por otro lado no deseo que llegue...
Los pájaros sintieron lástima de la pobre margarita y se pusieron a pensar en la manera de poder ayudarla. Seguía tiritando de frío aunque menos que antes, porque el helecho la protegía del viento y el musgo rodeaba su pequeño tallo, como si fuera una alfombra.
Mientras pensaban no se imaginaron el susto que la pobre iba a recibir. De pronto, muy cerca de donde estaba, un montón de tierra salió volando por los aires.
—¿Quién anda ahí? —preguntó la margarita, asustada. Justo delante de ella una pequeña nariz asomó desde un agujero.
—Soy el topo, y tú, ¿quién eres?
—Soy la margarita.
—¿Tú qué haces por aquí? Tenías que estar dormida.
—¿Y tú? Menudo susto me has dado...
—Lo siento, pero cuando veas un montoncito de tierra sabrás que estoy por aquí y no te volverás a asustar.
La margarita iba de sorpresa en sorpresa. ¡Cuántas cosas pasaban en el otoño!
Una tarde, el cielo se cubrió de un extraño color gris plomizo y en seguida empezaron a caer copos de nieve.
La margarita se quedó inmóvil contemplando las estrellitas blancas que caían del cielo.
El helecho gritó:
—¡Es la nieve! ¡Es la nieve!
Y en ese momento supo que su sueño se había cumplido.
Todos los pájaros del jardín –gorriones, herrerillos, petirrojos, mirlos, incluso las urracas– se acercaron a ella y la taparon con sus alas abiertas, dejándole un huequecito por donde la margarita pudo ver cómo se cubría de blanco todo el jardín.
—Ahora duerme, margarita —le dijeron todos—. En primavera, cuando despiertes, podrás contar a todas tus amigas cómo es la nieve, pero ahora duerme, duerme...
La margarita ya no sintió miedo, cerró los ojos, llenos de imágenes blancas, se tumbó suavemente sobre el lecho que el musgo le había preparado y se quedó dormida.
 
Begoña Ibarrola
Cuentos para sentir – Educar las emociones
Madrid, Ediciones SM, 2003
 

El Timo: la llave de la energía vital




En el centro del pecho, detrás del esternón, donde la gente toca cuando dice 'yo', queda una pequeña glándula llamada TIMO. Su nombre en griego, 'thýmos', significa energía vital. Será necesario decir más? 

 
Si, es necesario decir algo más... Porque el timo sigue siendo un ilustre desconocido. El crece cuando estamos alegres y encoje a la mitad cuando estamos estresados y aún más cuando enfermamos.
Esa característica confundió durante mucho tiempo a la medicina, que solo lo conocía a través de las autopsias y siempre lo encontraba achicado y encogido.
 
Se suponía que se atrofiaba y dejaba de trabajar en la adolescencia, tanto es que durante décadas los médicos americanos bombardeaban timos perfectamente saludables con altas dosis de rayos X, creyendo que su 'tamaño anormal' podría causar problemas.
 
Más tarde la ciencia demostró que, aunque disminuye su tamaño después de la infancia, sigue siendo activo; es uno de los pilares de nuestro sistema inmunológico, junto con las glándulas adrenales y la espina dorsal y está directamente conectado a los sentidos, la conciencia y el lenguaje.
 
Como una central de teléfonos por donde pasan todas las llamadas, hace conexiones para afuera y para adentro.
Si somos invadidos por microbios o toxinas, reacciona inmediatamente produciendo células de defensa.
Pero también es muy sensible a imágenes, colores, luces, olores, sabores, gestos, toques, sonidos, palabras y pensamientos. .
Amor y odio lo afectan profundamente
Pensamientos negativos tienen más poder sobre él que los virus y bacterias.
Como esa actitud mental negativa no tiene una motivación biológica concreta, el timo intenta reaccionar y se debilita, generando una situación de stress, luchando contra un invasor desconocido y abre espacios para síntomas de baja inmunidad, como los herpes.
En compensación, pensamientos positivos consiguen activar todas sus funciones.
Un test del pensamiento
Este simple test puede demostrar esa conexión.
Cierra los dedos pulgar e índice en la posición de 'ok', apriete con fuerza y pida a alguien para intentar abrirlos en cuanto piensa 'estoy feliz'.
Después repita pensando ' estoy infeliz'.
La mayoría de las personas conserva la fuerza en los dedos con el pensamiento feliz y se debilita cuando piensa que está infeliz.          (Sustituya los pensamientos por un delicioso helado de chocolate, un pastel de coco relleno de crema, para ver que sucede...)
Ese mismo test sirve para diagnosticar situaciones bastante más complejas.
Por ejemplo, el médico necesita un diagnóstico diferencial, su paciente tiene síntomas en el hígado que tanto pueden significar cáncer cuanto abscesos por amebas.
Usando láminas con muestras o incluso representaciones gráficas de una u otra hipótesis, testea la fuerza muscular del paciente estando en contacto con ellas y llega al resultado deseado.
Las reacciones son consideradas respuestas del timo y el método, que ha sido demostrado en congresos científicos alrededor del mundo, ya es enseñado en la Universidad de Sao Paulo (Brasil) y a naturópatas y acupuntores.
El detalle curioso es que el timo queda bien pegado al corazón que se acaba ganando todos los créditos con relación a sentimientos, emociones, decisiones, manera de hablar, de escuchar, estado de espíritu, etc...'
'Estoy con el corazón apretado', por ejemplo, revela una situación real del timo que solo por reflejo envuelve el corazón en el problema.
El propio chakra cardíaco, fuente energética de unión y compasión, tiene más a ver con el timo que con el corazón y es en ese chakra que, según las enseñanzas budistas, se da el pasaje del estado animal al estado humano.        
 ¡Que interesante!, usted puede estar pensando, pero ¿y qué interés tiene esto?'
Resulta que, si Usted quiere, puede ejercitar el timo para aumentar su producción de bienestar y felicidad.
 
 
Sencillos ejercicios para practicar por la mañana, al levantar, o en la noche antes de acostarse:
a)      - De pie, las rodillas ligeramente dobladas, (la distancia entre los pies debe ser la misma de los hombros). Ponga el peso del cuerpo sobre los dedos y no sobre el talón y mantenga toda la musculatura bien relajada.
b)      - Cierre cualquiera de las manos y comience a dar golpecitos continuados con los nudillos de los dedos en el centro del pecho, marcando el ritmo así: una fuerte y dos débiles. Siga haciéndolo entre 3 y 5 minutos,   respirando tranquilamente, mientras observa la vibración producida en toda la región torácica. (Yo hago 20 toques por la mañana y 20 toques por la noche).
 
El ejercicio estará atrayendo la sangre y la energía para el timo, haciéndolo crecer en vitalidad y beneficiando también los pulmones, corazón, bronquios y garganta. O sea, llenando el pecho de algo que ya era suyo y solo estaba aguardando una mirada de reconocimiento para transformarse en coraje, calma, nutrición emocional, abrazo.
Excelente, íntima, llena de estímulo... Desconocida glándula Timo.
El tomillo es buen amigo de la glándula timo

 

Dra Nanci Strauss
Medicina holística
 

Conectar con nosotros Mismos (El PAIS)




CRISTINA LLAGOSTERA 29/08/2010

A veces somos demasiado racionales. Y mucha gente decide no atender ni al lenguaje del cuerpo ni a las intuiciones ni a las emociones. A costa de no conocernos bien y perder el rumbo.
Una paradoja de nuestra época es que el ser humano es capaz de viajar por el espacio, estudiar la estructura íntima de la materia o cartografiar su propio mapa genético, pero seguir siendo un desconocido para sí mismo. Nuestra atención se proyecta continuamente hacia fuera, fascinada ante la complejidad y los misterios del mundo. Contamos con conexiones fáciles e instantáneas con el exterior -Internet, televisión, móviles...-, pero quizá no sabemos cómo acceder a nuestro interior.

Mantener el ancla.

“Es preciso confiar más en la sabiduría del propio cuerpo. En vez de bloquear sus señales, podemos optar por escucharlas”
Descuidar esta conexión sin duda tiene un precio. Sensaciones de vacío, sinsentido y confusión señalan de manera más o menos intensa que se ha perdido ese contacto íntimo con la propia esencia. Y vivir volcado hacia fuera puede hacer que se pierda una parte importante de la experiencia: la que transcurre dentro.
Las emociones, las sensaciones, los mensajes del cuerpo, los pensamientos, la voz de la intuición aportan la información más constante y directa de que disponemos. Solo desde esta conexión interna una persona puede estar centrada, sabiendo quién es y hacia dónde desea dirigirse.

Una capacidad natural
"Cuando el hombre descubrió el espejo empezó a perder su alma" (Erich Fromm)
Hay personas que logran mantener viva esa conexión consigo mismas, e incluso utilizarla para diferentes fines, mientras que para otras supone una sensación lejana, casi olvidada. Cuando somos niños poseemos esa capacidad de manera natural. Sin embargo, con el tiempo esta comunicación puede ser interferida. En esa desconexión influye, por un lado, la primacía que se otorga a la razón por encima de otras funciones como percibir o sentir. Se confía en lo que se puede comprobar o palpar, mientras que se relega lo subjetivo a un papel casi insignificante.
Por otro lado, la capacidad de ser conscientes supone un arma de doble filo. Conecta a la persona con su realidad interna, pero también bloquea lo que no se ajusta a lo establecido.

Vivir desconectado
"Cada día sabemos más y entendemos menos" (A. Einstein)
Perder esta conexión conlleva consecuencias. Algunas personas, por ejemplo, descubren en algún momento que su vida no es lo que querían, pues quizá se han dejado llevar por las circunstancias sin preguntarse más allá. No resulta agradable sentirse un extraño con uno mismo. Sucede sobre todo cuando alguien busca adaptarse tanto a lo que se espera de él o mantener una buena imagen, que termina olvidando quién es realmente.
También hay personas que escapan continuamente del contacto consigo mismas, llenando sus horas con actividades, relaciones, adicciones... Cuando cesan las distracciones externas y se hace el silencio aparecen con más fuerza los miedos o carencias no resueltos.

Crear puentes
A veces, el sufrimiento o la enfermedad implican una entrada rápida a una mayor conciencia de uno mismo. Sin embargo, es preferible no esperar a encontrarse en una situación crítica; en cualquier instante, una persona puede empezar a crear puentes que conecten con diferentes niveles de su experiencia interna. Estas son las vías:

1. El diálogo interior
"El lenguaje es la casa del ser" (Heidegger)
Un primer contacto puede ser observar el diálogo que se mantiene con uno mismo. Allí se condensan gran parte de los pensamientos, ideas, preocupaciones y obsesiones que ocupan la mente. Estos diálogos ocurren de manera continua, seamos conscientes o no, y pueden aportar una información valiosa sobre uno mismo. Las palabras, el tono, la manera de expresarse, incluso a nivel interno, ejercen una gran influencia. Nos sentimos muy diferentes al hablarnos de manera crítica o despectiva que si predomina un tono comprensivo y tranquilizador. Buscar el silencio o la quietud permite empezar a escuchar ese diálogo.

2. El cuerpo
"He dejado de hacer preguntas a las estrellas y libros; he empezado a escuchar las enseñanzas que me susurra mi sangre" (Hermann Hesse)
A veces vivimos escindidos del cuerpo, considerado comúnmente como el hermano tonto de la cabeza. Al no entender sus cambios, su lenguaje, ni el sentido de los síntomas, se presta poca atención a sus mensajes. Más bien se intentan controlar o tapar esas señales cuando resultan molestas u obligan a modificar los planes. Sin embargo, el cuerpo es el canal de conexión entre el mundo exterior y el interior. A través de él experimentamos y percibimos la realidad, y a la vez refleja nuestra historia. Cada síntoma o manifestación corporal dice algo de nosotros.
Quizá no podamos comprender siempre sus razones, pero es preciso aprender a confiar más en la sabiduría del propio cuerpo. En lugar de bloquear sus señales, se puede optar por escucharlas. En vez de desconectar de las sensaciones, se pueden utilizar como indicaciones útiles.

3. Las emociones
"Las emociones, cuando se integran con la razón, nos hacen más sabios" (Leslie S. Greenberg)
También las emociones han sido consideradas inferiores a la razón, como un vestigio de nuestra parte más primitiva e instintiva. No es de extrañar que produzca tanto miedo adentrarse en ellas.
La emoción es ciertamente más antigua que la razón, pues constituye un tipo de inteligencia más instantánea. Si se despierta miedo o rabia, todo el cuerpo se prepara para la acción, pues ante un peligro real no hay tiempo para pensar. Sabemos que dejarse llevar por la emoción puede suponer un problema, pero ignorar o reprimir lo que se siente, también, pues la tensión emocional acumulada tiende a desbordarse. Una buena medida es mantener una conexión continua con las propias emociones, lo cual suele ser garantía de una mayor capacidad para encauzarlas. La emoción es un indicio que informa de cómo estamos viviendo algo y, bien utilizada, puede ayudar a resolver situaciones o mejorar la relación con los demás.
4. El inconsciente

"La mente es un profundo océano, pero nosotros solo logramos ser conscientes de la leve espuma de la superficie" (Henry Laborit)
El inconsciente, más allá de la visión negativa que a veces se tiene de él como un sumidero de impulsos o recuerdos reprimidos, constituye una parcela enorme de la mente (se le atribuye en torno al 85% de la capacidad cerebral) repleta de posibilidades aún desconocidas.
La mente consciente se encarga de razonar, discriminar, analizar la información y tomar decisiones. La mente inconsciente actúa de manera totalmente distinta: controla las funciones involuntarias del organismo, capta y almacena toda la información de los sentidos y contiene la memoria emocional. El psiquiatra Carl Gustav Jung lo definía como un pozo inabarcable de información al que es posible asomarse para aprender tanto acerca de uno mismo como del mundo.
Las intuiciones, los sueños, los momentos de inspiración tienden un puente entre consciente e inconsciente. Nuestra mente almacena muchos datos, impresiones y percepciones que no conocemos, pero que en un momento dado pueden aflorar a la superficie. Contamos con una sabiduría que va más allá de la razón, y que se muestra de manera más clara cuanto más conectamos con nosotros mismos.
Mantener el ancla

“No corras, ve despacio, que adonde tienes que ir es a ti solo” (Juan Ramón Jiménez)

Conectar significa unir, establecer una comunicación. Hemos llevado muy lejos nuestra capacidad intelectual, pero quizá hemos olvidado que existen otros medios para aprehender la realidad: la inteligencia del cuerpo, de las emociones, del inconsciente… Se trata de conocimientos simplemente diferentes, complementarios a la razón. Cada persona puede buscar en su interior la sensación de estar conectada. Quizá recuerde un momento en que se sentía especialmente relajada y lúcida. Estar en contacto con uno mismo es como mantener un ancla que permite mantener la calma y firmeza interior.